miércoles, 30 de marzo de 2011

CON UN NUDO EN LA GARGANTA

Hoy mas que una entrada para mi blog, he querido compartir con quien me lea la profunda tristeza que me embarga.
Sinceramente me siento perdida, como si estuviera en un lugar totalmente ajeno a aquel lugar en donde nací y crecí.
Mi ciudad se ha convertido en una zona de guerra (como muchas otras ciudades del país); las calles han sido tomadas por los delincuentes y la sociedad en general cada vez se siente mas secuestrada dentro de sus propios hogares.



Aunque no ha sido la intención que el formato de este blog sea hablar mal de nadie, ni dar malas noticias, la verdad es que el dia de hoy ha sido como que muy especial y no he podido pensar en nada mas que en desahogarme con los amigos.
Desde hace algunos años, las pláticas informales entre amigos o compañeros han comenzado a derivar sobre la guerra contra el narco, los patrullajes de los militares, los operativos que se hacen a toda hora y en cualquier lugar, las balaceras, los secuestros, etc. A estas alturas no hay una simple reunión a la que uno vaya y no se encuentre con una persona que haya sido víctima de la delincuencia de una u otra forma.
Hace tres semanas, mi sobrino estuvo a punto de quedar en medio de una balacera a dos cuadras de su casa. Los medios de comunicación no mencionaron nada.
El sábado pasado se armó una balacera en la calle a espaldas de donde vive una sobrina mía. Se ha catalogado como la mas agresiva que se ha dado en la ciudad (y eso que ya hubo una en donde hasta granadas hubo, y que, por cierto, mi padre estuvo a punto de quedar atrapado en ésa también).
Por si fuera poco, ese mismo sábado, a unas tres cuadras de casa de mis padres, también se desató otra balacera, de la que mi hermano, cuñada y sobrino fueron testigos.
¿Qué es lo que nos está pasando? ¿en dónde está esa ciudad tranquila de la que disfrutaba tanto cuando era niña?
Y a veces uno no sabe qué es lo mas triste, si ver en lo que se ha convertido todo esto o ver cómo todavía hay personas que se aferran a echarse la culpa unos a otros. Todos dicen que la sociedad debe hacer frente común (y estoy de acuerdo), pero cuando se trata de ver los errores que ha cometido el gobierno, entonces saltan los de tal o cual partido político a defenderse y echarle la culpa al otro. Parece que no se dan cuenta de que solo para eso los queiren los dirigentes de los partidos, para defender lo indefendible y hacer creer que ciertos sectores de la sociedad están a favor de ellos.
Cada vez me asquean mas los políticos infames, que solo buscan su bienestar muy por encima de aquellos a los que juró proteger. Y cada vez me asquean mas los medios de (IN)comunicación, que se venden al mejor postor y ocultan cosas a la sociedad en aras de mantener una imagen de "aquí no pasa nada", que lo único que hace es dejar al pueblo desnudo, sin posibilidades de protegerse, de cuidarse, de evitar pasar por tal o cual zona. A ningunos de ellos les importa nada las personas que han perdido la vida por encontrarse en el lugar y la hora equivocados. A nadie de ellos les importa sus familias, sus amigos, nada.
Doy gracias a Dios de no pertenecer a  ningún partido político, porque eso me hace tener una perspectiva, creo yo, mas clara de las cosas. Algunos tratan de politizar la situación diciendo: el gobierno Federal tiene la culpa, otros se la achacan al gobierno estatal y otros mas dicen que los municipales son los responsables. Nadie parece darse cuenta -o no quieren hacerlo- que en México, afortunadamente, hay partidos políticos diferentes gobernando en todos lados. Y que en todos lados estamos igual.
Me apena mucho conatarles esto, pero estoy convencida de que estoy entre amigos.

lunes, 28 de marzo de 2011

18. LA BOLSA DE AGUA CALIENTE

 
No somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un instrumento de su providencia hacia el prójimo. 
Benedicto XVI

Esto me llegó por mail hace unos días. Me gustaría compartirlo con ustedes:
La Bolsa de agua caliente
Esta es la historia de un medico que trabajó en África.

Una noche trabajé duro con una madre en su parto, pero a pesar de todo lo que pudimos hacer, ella falleció dejándonos un pequeño y prematuro bebé y una niña de dos años que lloraba desconsoladamente. Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé, no teníamos incubadora ni electricidad para hacer funcionar una.

Tampoco teníamos alimento especial para estos casos. Aunque estábamos sobre la línea del Ecuador, las noches a menudo eran frías con peligrosos vientos. Una estudiante que me ayudaba fue a buscar una cobija de lana que teníamos para los bebés. 

Otra fue a atizar el fuego y a cargar una bolsa con agua caliente. Ella volvió casi inmediatamente muy preocupada para decirme que la bolsa se rompió al llenarla. (las bolsas de agua caliente se rompen fácilmente en climas tropicales). ¡Y era nuestra última bolsa!, exclamó. Como se acostumbra en Occidente, no hay que llorar sobre la leche derramada, de modo que en África central se puede considerar no llorar sobre bolsas de agua caliente rotas. Éstas no crecen en los árboles, y no hay farmacias en los bosques donde comprarlas.

“Muy bien” dije, “pon al bebé lo más cerca posible del fuego y acuéstate entre el bebé y la puerta para evitar las corrientes de aire frío. Tu trabajo es mantener con calor al bebé.”


Al mediodía, como hacía todos los días, fui a orar con los chicos del orfanato que querrían reunirse conmigo. Les daba sugerencias sobre cosas por las cuales orar, y también les conté del pequeño bebé. Les expliqué nuestro problema de mantener al bebé con calor suficiente, la bolsa de agua caliente que se había roto, y que el bebé podía fácilmente morir si se enfriaba. También les conté de su hermana de 2 años, que lloraba porque su madre había muerto.

Mientras orábamos, una de las niñas, de nombre Ruth, hizo la usual sincera oración que los niños hacen en África. “Dios, por favor, envíanos una bolsa de agua caliente hoy, mañana será demasiado tarde porque el bebé habrá fallecido, por favor envíala esta tarde”.

Mientras trataba de contenerme por la audacia de su oración, ella añadió: “y también ¿podrías por favor enviarnos una muñeca de juguete para la niña, así ella puede ver que Tú realmente la amas?”

Como sucede a menudo con las oraciones de los niños, yo fui sacudido. ¿Podría yo decir amén honestamente? ¡Yo no creía que Dios podría hacer esto!


Oh sí, yo sé que Él puede hacer todo; la Biblia dice así. Pero hay límites, ¿no es cierto? La única forma en que Dios podía contestar esta oración en particular, sería si alguien enviaba una encomienda desde el exterior. Hacía ya casi 4 años que estaba en África y nunca había recibido una encomienda.

Y si alguien enviaba una ¿podría ser que incluya una bolsa de agua caliente? ¡Yo vivía sobre el Ecuador!

A media tarde mientras estaba dando clases al grupo de enfermería, me llegó el mensaje de que un vehículo había llegado a mi casa. Para cuando llegué a mi casa el vehículo ya se había ido, pero en la puerta había una caja de unos 11 kilos. Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, no pude abrir la caja yo solo, llamé a los niños del orfanato para que me ayuden. Con mucho cuidado sacamos los precintos y empezamos a desempacar con mucha emoción. Había unos 15 chicos observando la gran caja. Comencé a sacar yerseis de colores muy brillantes. Los ojos de los chicos estaban iluminados. Había vendas para los leprosos. También había pasas de uva que serían de utilidad para el fin de semana.

Luego puse mi mano nuevamente en la caja y sentí… ¿podía esto ser cierto? Lo tomé y lo saqué. Sí. ¡Una bolsa de agua caliente nueva!  Lloré, yo no había pedido a Dios que nos la mande; yo no creí verdaderamente que Él podía.

Ruth estaba en primera fila. Ella se adelantó y en alta voz  dijo, “si Dios envió una bolsa de agua caliente, también debe haber enviado la muñeca”.

Escarbando hacia el fondo de la caja, ella sacó una hermosa muñeca con un vestido de colores. ¡Sus ojos brillaban, ella nunca había dudado!

Mirándome me preguntó, ¿ “puedo ir contigo y darle la muñeca a la niña, así ella sabrá que Jesús realmente la ama”? “Por supuesto”, respondí.

Aquella encomienda había estado de viaje durante 5 meses, la habían enviado mis compañeros de escuela que tuvieron la impresión de obedecer a Dios e incluir una bolsa de agua caliente, aún para la línea del Ecuador.

Y una chica había puesto la muñeca para una niña Africana 5 meses antes, en respuesta a la oración de fe de una niña de 10 años, y traerla esa misma tarde.

“Antes que clamen, responderé yo… Isaías 65:24

sábado, 26 de marzo de 2011

17. TENDRÉ QUE APRENDER A SER COMO NIÑO

La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos.
Benedicto XVI

Acá en México hay un serio problema con la cantidad de personas que están pidiendo dinero en la calle; un gran porcentaje haciendo realmente un negocio de ello. Por eso en muchas ocasiones, incluso en la misma iglesia nos dicen que no les demos dinero en la calle, porque además fomentamos el que esas personas no busquen trabajo ni quieran salir de eso, sino que lo donemos a instituciones especializadas, a los grupos que se encargan de ello, etc. Por eso, de alguna manera, salvo  muy contadas excepciones, evitamos dar dinero a nadie que lo pida en la calle y mucho menos si se trata de un restaurant donde estamos ingiriendo alimentos y no es recomendable andar agarrando dinero.
El asunto es que, desde que entramos en Cuaresma, por todos lados escuchamos decir que hay que practicar ayuno, hacer oración y dar limosna.
Ayer estabamos mis hijas y yo, desayunando en un restaurancito pequeño que está cerca de la casa, después de su festival de primavera de donde venían acaloradas y cansadas. Yo les había dado unas monedas para que se compraran algo en la escuela, pues iba a haber venta de refrescos y otras cosas y mi hija mayor había apartado 5 pesos para comprarse algo en la tienda por la tarde.
Nos encontrábamos ya disfrutando de unos ricos antojitos veracruzanos, cuando entró al establecimiento un señor con una guitarra y empezó a cantar, obviamente, para poder pedir después una cooperación.
Después de que cantó, pasó por cada mesa pidiendo la respectiva dádiva y cuando llegó a la nuestra, yo le dije que no tenía para darle, recordando siempre aquella "regla" de la que les platicaba al principio. El señor me dio las gracias y se dio la vuelta. Pero antes de que cualquiera de los dos (el señor y yo) pudiéramos darnos cuenta de qué era lo que pasaba, mi hija se paró de su asiento y le dió su moneda que estaba guardando para su golosina vespertina.
El señor le dio las gracias y a mí se me atragantó el bocado. De un solo plumazo, la niña me ganó la partida con dos cosas: su ayuno de la golosina que se pensaba comprar y la limosna de la única moneda que le quedaba para ella.
En momentos así, entiendo porque se nos pide que seamos como niños:
* Para no tomarle demasiado aprecio a nuestro dinero, aunque sea la última moneda; 
* para no hacer mucho caso de quienes nos dicen "no hagas el bien aquí, mejor hazlo acá"; 
* para no aferrarnos demasiado a nuestros antojos y poner siempre el "yo quiero" por encima de todo y de todos.
Lo que mas me gustó del asunto, es que para ella no fue nada extraordinario,  nada que mereciera platicarse, presumirse, anotarse: No comentó nada con su hermana y no se quejó después porque ya no pudo ir a la tienda. Tampoco pidió mas dinero mas tarde. Fue algo de lo mas normal. Como debería de serlo para mi también.

viernes, 25 de marzo de 2011

16. LA ANUNCIACIÓN


Que María, Madre y Esclava fiel del Señor, ayude a los creyentes a proseguir la “batalla espiritual” de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna.
Benedicto XVI

Reflexión extraída de los 
Ejercicios Espirituales de 
San Ignacio de Loyola

En el momento de la Encarnación, se da un desposorio entre la humanidad y Dios. Y en ese desposorio la Virgen es la que da el consentimiento de parte de toda la humanidad. Y en un desposorio, para que sea válido, las dos personas tienen que aceptar el contrato matrimonial tal cual es, conociendo a la otra persona, conociendo lo que implica el matrimonio. Si falta conocimiento de alguna cosa importante del matrimonio, se pude quedar nulo.
Por eso la Virgen cuando dijo “Fiat”, no solamente dijo “Fiat” a la Encarnación, sino que dijo también “Fiat” a la cruz.
Y nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo Dios le va a hacer aceptar algo que ella no sabía? Su entendimiento, su fe era grandísima. La Virgen aceptó en la Encarnación la cruz, la muerte en Cruz de su hijo. Incluso la Virgen había aprendido cuando leía en el Antiguo Testamento que Dios iba a ser hombre. Entonces la Virgen sabía, no sabía que Ella iba a ser, por eso todas las preguntas, pero tenía fe de que Dios iba a hacerse presente en la historia, de ese modo, encarnándose. San Agustín dice que la Virgen primero recibió al Verbo en su inteligencia por la fe, y después en su seno por la Encarnación.
A ella también Dios le pidió algo para encarnarse, no solamente su consentimiento, sino también su fe, que creyera que ella era la elegida.
Y comenzamos a contemplar a Cristo con la Virgen desde este momento: en el momento en que María pronuncio la palabra “Fiat” o “Hágase”, sucedió algo más grande, dice Fulton Sheen, que el “Fiat lux”, el “Hágase la luz” del Antiguo Testamento, de la creación, ya que la luz que ahora estaba haciéndose no era el sol sino el hijo de Dios en la carne.
Lo que llamamos Anunciación, fue en realidad la petición que Dios hizo a una creatura para que le diera su libre consentimiento de ayudarle a incorporarse a la humanidad. Meditar reflexionar el misterio de la libertad humana, ¡Qué grande es la libertad humana! Nada más grande ha creado Dios, decía San Alberto Hurtado: ¿Como puede ser que Dios respete la libertad del hombre, en esto tan importante, de la Encarnación de la redención? De la misma manera así  respeta nuestra libertad. Si yo le digo que no a Dios, es un “No” y listo. Y Dios es omnipotente y podría hacer lo que quisiera, y respeta nuestro “No”, y ese puede ser nuestro peor desenlace, porque que respete nuestro “No” significa que nos alejamos de Él. Entonces ver qué cosa grande que tenemos en nuestras manos, que es el decir “Sí” a Dios o el decir “No” a Dios. Ver también como de ese “Sí” ó de ése “No” que dijo la Virgen dependía tanto bien para toda la humanidad, y como cambiando lo que haya que cambiar por supuesto, de mi “Sí” o de mi “No” depende el bien de mucha gente, de muchas almas.
Este ejemplo de la Virgen debe servirnos para reflexionar profundamente sobre nosotros mismos.

jueves, 24 de marzo de 2011

15. EL GRITO DE LA FAMILIA CRISTIANA

“Quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” 
San Pedro Crisólogo

 
El Padre Alberto Hurtado hablando de las exigencias de la Encarnación, perfilándolo sobre todo al amor al prójimo, decía: “Es necesario, pues, aceptar la Encarnación con todas sus consecuencias, extendiendo el don de nuestro amor no sólo a Jesucristo, sino también a todo su Cuerpo Místico. Y este es un punto básico del cristianismo: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona. Cuando hieren uno de mis miembros a mí me hieren; del mismo modo, tocar a uno de los hombres es tocar al mismo Cristo. Por esto nos dijo Cristo que todo el bien o todo el mal que hiciéramos al menor de los hombres a Él lo hacíamos. Cristo se ha hecho nuestro prójimo, o mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta bajo tal o cual forma: paciente en los enfermos, necesitado en los menesterosos, prisionero en los encarcelados, triste en los que lloran. Si no lo vemos es porque nuestra fe es tibia. Pero separar el prójimo de Cristo es separar la luz de la luz. El que ama a Cristo está obligado a amar al prójimo con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas. En Cristo todos somos uno. En Él no debe haber ni pobres ni ricos, ni judíos ni gentiles, afirmación categórica inmensamente superior al "Proletarios del mundo, uníos", o al grito de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Nuestro grito es: Proletarios y no proletarios, hombres todos de la tierra, ingleses y alemanes, italianos, norteamericanos, españoles, judíos, japoneses, chilenos y peruanos, reconozcamos que somos uno en Cristo y que nos debemos no el odio, sino que el amor que el propio cuerpo tiene a sí mismo. ¡Que se acaben en la familia cristiana los odios, prejuicios y luchas!, y que suceda un inmenso amor fundado en la gran virtud de la justicia: de la justicia primero, de la justicia enseguida, luego aún de la justicia, y sean superadas las asperezas del derecho por una inmensa efusión de caridad.”

14. LA TRANSFIGURACIÓN AL REVÉS

Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad. 
Benedicto XVI


Hace apenas unos días estuvimos escuchando en la lectura del Evangelio la lectura sobre la transfiguración de Jesús. Y aunque ya ha pasado, no quise dejar de lado este comentario que me ha parecido muy bueno e ilustrativo y que a mi hija le ha gustado mucho también.
LA TRANFIGURACIÓN AL REVÉS
Cuando Cristo se transfiguró en presencia de sus apóstoles, "su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la nieve".
Entonces se oyó una voz que venía del cielo y que decía: "Este es mi hijo muy amado, escúchenlo".
Hoy en día, Cristo sigue tranfigurándose delante de sus discípulos, pero al revés; es decir, su rostro ya no resplandece como el sol, sino que se oculta bajo las facciones mas bien oscuras de nuestros indígenas y bajo una capa de mugre en la cara de nuestros pobres citadinos.
Sus vestiduras ya no son blancas como la nieve, sino que tienen ese color indefinido de la suciedad de nuestros caminos rurales y de nuestras calles urbanas.
Pero el Cristo e nuestras zonas campesinas y de nuestros barrios pobres sigue siendo el Cristo del Tabor.
Y la voz del Padre que aquel día se dejó oír en la cumbre del monte, sigue diciéndonos ahora:

"ESTOS SON MIS HIJOS MUY AMADOS
. . . .  ESCÚCHENLOS"

miércoles, 23 de marzo de 2011

RECONOCIMIENTO PARA COMPARTIR

Hace poco mas de 8 meses (¡qué vergüenza!) mi querida amiga María, me hizo el favor de compartir conmigo el  premio DARDOS en su blog. Un premio que siento no merecer, pero que al ser otorgado con mucho cariño, con el  mismo afecto lo agradezco y lo comparto. 
Muchas cosas han pasado desde hace 8 meses a la fecha, cosas que me han hecho tener medio abandonado este espacio que comparto con ustedes, por eso había quedado "traspapelado" este post de agradecimiento a María, por compartirlo conmigo. Espero que algún día llegue yo a hacer los méritos suficientes para merecer semejante prueba de afecto.
Este premio es un reconocimiento que se hace entre los bloggers amigos y para merecerlo, uno debió contribuir de alguna manera a la difusión de valores desde su espacio blogguero. Después de recibirse, se debe pasar a otros 15 blogs, que desde su perspectiva, llenen el requisito y merezcan ser reconocidos y recomendados.
La elección de aquellos a quienes he de pasar el premio creo que es lo más difícil  que he hecho, (ustedes no me dejarán mentir), pero la dificultad ha radicado en   tener que decidirme por 15, ya que, afortunadamente, los blogs que sigo, sean pocos o sean muchos, todos creo que resaltan por mucho los valores fundamentales que todo ser humano debe perseguir y fomentar.


 
Así que, después de mucho meditar, me he decidido por los siguientes a quienes, por supuesto, recomiendo ampliamente visitar:

Leer a esta familia me ha enseñado lo que es la fortaleza, la fe y la esperanza. Cuando entro a este blog, mis problemas, antes gigantescos, simplemente desaparecen.
Las letras, los libros, la poesía, el arte en general (que de ninguna manera está peleado con la difusión y práctica de los valores éticos y morales)  son gustos que comparto con estas amigas a quienes admiro y aprecio profundamente.

¡ Porque desde la vida cotidiana se pueden aprender tantas cosas ! Estos amigos me hacen reflexionar desde el hogar, el trabajo, la vocación y los tiempos libres; y nos enseñan a extraer enseñanzas positivas de todo lo que nos rodea.

Porque me ayudan y acompañan en este a veces complejo camino hacia la comprensión del idioma más bonito del mundo. Y porque la buena ortografía va de la mano con la buena educación, amabilidad y cordialidad con que siempre tratan a los visitantes. Una hermosa labor la que realizan.

Porque el conocimiento de nuestra fe es un camino que no termina jamás, y estos compañeros y amigos, queridos y admirados, se encargan de hacernos más natural, acogedora, clara y llevadera esta travesía que seguimos con alegría hacia AQUEL que es nuestro verdadero y único CAMINO.

¡Gracias a Todos!

martes, 22 de marzo de 2011

13. MISERICORDIA DIVINA

La parábola del Hijo Pródigo es la que más me gusta de todas. Me muestra claramente cómo es la misericordia de mi Padre Dios y lo que yo puedo esperar de Él si me arrepiento honestamente de mis pecados y tomo la decisión de regresar a Él. En los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, me topé con una reflexión acerca de la Misericordia del Padre que me gustaría compartir en este espacio.


 “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: -Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y él les repartió la hacienda. Llegada la mayoría de edad el hijo pedía la parte de la hacienda que le correspondía. No había algo ilícito en eso, sin embargo, la legitimación de lo que hizo, estaba viciada por un ansia desmedida de libertad. Quería su herencia para irse de abajo de las alas de su padre. Como el hombre que cree desear libertad, pero, en realidad quiere libertinaje. 
"Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad".  
Es increíble como Nuestro Señor puede en dos versículos mostrar el gran misterio del mal, el alejamiento de Dios por el pecado, del vacío que esto deja en el hombre, de la pena que sufren quienes se alejan de Él. Se marchó a un país lejano, fuera de Dios, dándole la espalda a ese padre bueno que le había dado todo lo que quería. Malgastó su hacienda, usando mal de las creaturas y cuando hubo gastado todo sobrevino un hambre extrema…, debemos grabar esto en nuestro corazón; cada vez que el pecado nos seduzca y se disfrace de lo mejor, de lo que más conviene aquí y ahora, darnos cuenta que es mentira; que el pecado trae hambre extrema y hace que uno pase necesidad; la peor de todas es la necesidad de Dios. Nunca es suficiente lo que uno medite sobre eso porque las tentaciones se disfrazan de una u otra forma, pero la felicidad está en la voluntad de Dios, en la virtud, en el bien. Fijémonos pues en ese hijo pródigo pasando necesidad y hambre, lejos del padre, y entendamos que en el pecado no podemos saciar la sed que tenemos en nuestro interior, que es sed de Dios.   
“Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba”.
Para tratar de entender estos dos versículos, tenemos que tratar de entrar en la mente judía y pensar en la idea que ellos tenían de los puercos: animales impuros –aun hoy les está proscrito comer de su carne-, signo del pecado, de la impureza. Faltaban a la ley si se los comían. Tener que cuidarlos, para un judío, era la cosa más denigrante que les podía pasar, y peor aún, deseaba comer de las bellotas que les daban a esos cerdos y no podía. Démonos cuenta entonces, como Cristo quiere mostrarnos la miseria en la cual nos deja el pecado, la miseria extrema. Para los judíos, que estaban escuchándolo, no había peor cosa que le pudiera graficar más el pecado, que eso que les estaba diciendo. Entonces, tal vez  nosotros podríamos  aplicarla a otra realidad que nos mueva más…
“Y entrando en sí mismo, dijo: -¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”.
"Y entrando en sí mismo…" Dice San Agustín: “no vayas fuera, vuelve a ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad”. De algún modo, un ejercicio espiritual es un entrar en si mismo porque adentro de nosotros mismos, junto con la compañía de la gracia, con la luz de Dios, se produce la conversión. San Alfonso dijo que “la conversión es un milagro más grande que la misma creación del mundo”.
"Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente”. 
 El padre estaba esperándolo, lo vio de lejos. 
Todos los días salía y veía si venía 
o no su hijo, preocupado. 
No fue una casualidad que 
justo pasara por la puerta, 
lo estaba esperando. 
Era tal la alegría que tuvo cuando lo vio, 
corrió y lo besó efusivamente.

San Juan de Ávila le rezaba así a Nuestro Señor, tratando de hacernos ver cuánto desea Dios perdonarnos:

Todo término se te hace breve para librar al culpado.
Porque ninguno deseó tanto alcanzar su perdón, 
cuanto Tú deseas darlo:
y más descansas Tú con haber perdonado 
a los que deseas que vivan,
que el pecador con haber escapado de la muerte”.

Dios, Nuestro Señor, desea perdonarnos más de lo que nosotros deseamos ser perdonados. Imagínense entonces, como tenemos que pisotear su Misericordia para que alguna vez nos arriesguemos a no tener la gracia de la conversión.
“El hijo le dijo: -Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: -Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo; pongan un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta”.
Desproporción total entre lo que hizo el hijo y lo que hace el padre ahora. Ni siquiera lo escucha, no le recrimina, no le pregunta, no le responde nada, no le importa lo que le está diciendo. Él estaba alegre porque su hijo había vuelto. Así también, a Dios no le importa nuestros pecados, una vez que se los damos para borrarlos, hace de cuenta que no hay nada.
Trata Nuestro Señor que veamos el amor de un padre, que es uno de los amores más fuertes que se da entre nosotros, pero elevado hasta lo inimaginable.
El padre completa la vestimenta que él tenía: le pone las sandalias, el anillo de oro… Para mostrar como en la conversión nosotros recibimos los dones de Dios igual que antes: la gracia, las virtudes sobrenaturales. Y se alegra. Más alegría hay en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. Alegrarnos por nuestra conversión nos va a ayudar también a alegrarnos de la conversión de los demás. No tenemos que permitirnos caer nunca en la tentación de desconfianza de la misericordia de Dios. Siempre que uno quiera volver a Dios, Dios nos va a estar esperando.
De Caín se puede decir que más grave que el pecado de fratricidio (matar a su hermano), fue el hecho de haber dudado de la misericordia de Dios. Dice Génesis 4,14,: “Dijo Caín al Señor: Mi maldad es tan grande, que no puedo yo esperar perdón.” Y Stroinger comenta: Mi maldad es tan grande: he aquí el primer hombre que no espera perdón. ¡Cuántos pecadores no conocen la grandeza de la misericordia del Padre celestial, e imitan a Caín en esta desconfianza! Este nuevo pecado fue sin comparación mucho mayor que el mismo fratricidio que poco antes había cometido.
Cuánto ofende a Dios dudar de su misericordia! Con que haya un mínimo deseo de que Dios nos perdone, Él ya nos está perdonando, hay que dar el paso.
El cardenal María Martini escribía una vez: El error más grave que podemos cometer en la historia de nuestra vida, la más grave tentación de Satanás a la que podemos ceder es pensar que Dios no puede ser para nosotros. Satanás lo insinúa siempre: no eres digno, no eres suficientemente capaz, has cometido y seguirás cometiendo pecados, eres negligente, el encuentro con Jesús es una especie de privilegio.
En realidad, el Evangelio nos asegura que Cristo Jesús es para cada hombre y para cada mujer de la tierra. “El encuentro con Él debe ser nuestra experiencia, incluso ya lo es: en Él conocemos a Dios y nuestra vocación, nuestra llamada a la salvación, nuestra verdadera identidad”
CARD. MARÍA MARTINI

La parábola del hijo pródigo termina cuando el hijo vuelve; se hace una fiesta; viene el hermano mayor, le hace problemas al padre, el padre le recrimina que debe estar alegre de que volvió su hermano. Nada más se dice del hijo pródigo. Uno podría completar lo que pasó con el hijo pródigo: imagínense que se fue; malgastó sus bienes con prostitutas como un libertino, todo el mundo lo sabía; el padre lo perdona; le da todo; le devuelve el cargo que tenía. Ahora, imagínense al hijo pródigo levantándose al otro día en casa de su padre. Su vida había cambiado por completo, sin duda. Empezó a tratar con mucho más amor a los empleados de su papá que sabían lo que él había hecho; hizo las cosas con mucho más deferencia, poniendo todo de su parte para hacer el bien. Para complacer a su papá; se quedó hasta altas horas trabajando; no le importaba lo que hacía o no su hermano. Él sabía que se había ido; que había malgastado toda su herencia; que lo que estaba recibiendo ahora era todo gratis, todo un regalo; que su padre lo había perdonado.
Por eso, así tiene que ser nuestra vida desde nuestra conversión hasta nuestra muerte. Recordar siempre que hemos hecho grandes cosas contra Dios, que Dios en su infinita misericordia nos ha perdonado, pero, nuestra vida no puede ser igual; no podemos olvidarnos de eso; no podemos dejar de lado de que hemos ofendido a Dios; de que hemos escupido en el rostro de Dios, por más que ese Dios sea tan bueno, que se limpia el rostro, nos atiende y se olvida. Bien, pero yo no puedo olvidarme de eso y tengo que usar eso para buscarlo con todas las fuerzas, para cumplir con Su voluntad, para llegar a la santidad.
Decía el Cardenal Ratzinger: 
“Jesucristo es la misericordia divina en persona: 
encontrar a Cristo significa encontrar 
la misericordia de Dios”