martes, 27 de diciembre de 2011

PALABRA DE HONOR

Este mensaje lo recibí por correo electrónico 
y me gustaría compartirlo con ustedes.

Ya casi no se habla de la Palabra de Honor.   Si quieren  saber que significa tener: palabra de honor, lean la siguiente anécdota:
ESTE TEXTO FUE TOMADO DEL LIBRO "LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO, DÍAZ Y MADERO, LA ESPADA Y EL ESPÍRITU",   
                      DE ARMANDO FUENTES AGUIRRE ¨CATÓN¨, DIGNO DE SER COMPARTIDO.

Los hijos del HEROICO COLEGIO MILITAR han hecho siempre honor a su plantel, y como muestra es este relato.   En el año de 1892 murió don Carlos Fuero.

Una calle en la ciudad de Saltillo,Coahuila y una en Parral, Chihuahua, lleva su nombre. Ese homenaje y más merece por el hecho que ahora voy a narrar.

A la caída de Querétaro quedó prisionero de los Juaristas el General don Severo del Castillo, Jefe del Estado Mayor de Maximiliano. Fue condenado a muerte, y su custodia se encomendó al Coronel Carlos Fuero. La víspera de la ejecución dormía el Coronel cuando su asistente lo despertó. El General Del Castillo, le dijo, deseaba hablar con él. Se vistió de prisa Fuero y acudió de inmediato a la celda del condenado a muerte. No olvidaba que don Severo había sido amigo de su padre.

-- Carlos -- le dijo el General, -- perdona que te haya hecho despertar. Como tú sabes me quedan unas cuantas horas de vida, y necesito que me hagas un favor. Quiero confesarme y hacer mi testamento. Por favor manda llamar al padre Montes y al licenciado José María Vázquez.--

-- Mi General-- respondió Fuero, --no creo que sea necesario que vengan esos señores.--

-- ¿Cómo? -- se irritó el General Del Castillo. -- Te estoy diciendo que deseo arreglar las cosas de mi alma y de mi familia, ¿y me dices que no es necesario que vengan el sacerdote y el notario? --

-- En efecto, mi General – repitió el Coronel Republicano. – No hay necesidad de mandarlos llamar. Usted irá personalmente a arreglar sus asuntos y yo me quedaré en su lugar hasta que usted regrese. --

Don Severo se quedó estupefacto. La muestra de confianza que le daba el joven Coronel era extraordinaria.

-- Pero, Carlos -- le respondió emocionado. -- ¿Qué garantía tienes de que regresaré para enfrentarme al pelotón de fusilamiento? --

-- Su PALABRA DE HONOR, mi General -- contestó Fuero.

-- Ya la tienes -- dijo don Severo abrazando al joven Coronel.

Salieron los dos y dijo Fuero al encargado de la guardia:

-- El señor General Del Castillo va a su casa a arreglar unos asuntos.
Yo quedaré en su lugar como prisionero. Cuando él regrese me manda usted despertar. --

A la mañana siguiente, cuando llegó al cuartel el superior de Fuero, General Sostenes Rocha, el encargado de la guardia le informó lo sucedido. Corriendo fue Rocha a la celda en donde estaba Fuero y lo encontró durmiendo tranquilamente. Lo despertó moviéndolo.

-- ¿Qué hiciste Carlos?, ¿Por qué dejaste ir al General? --

-- Ya volverá -- le contestó Fuero. -- Si no, entonces me fusilas a mí y asunto arreglado. --

En ese preciso momento se escucharon pasos en la acera.

-- ¿Quién vive? -- gritó el centinela.


-- ¡México! -- respondió la vibrante voz del General Del Castillo. -- Y un prisionero de guerra. --

Cumpliendo su PALABRA DE HONOR volvía Don Severo para ser fusilado.



El final de esta historia es muy feliz. El General Del Castillo no fue pasado por las armas. Rocha le contó a don Mariano Escobedo lo que había pasado, y éste a don Benito Juárez. El Benemérito, conmovido por la magnanimidad de los dos militares, indultó al General y ordenó la suspensión de cualquier procedimiento contra Fuero. Ambos eran hijos del COLEGIO MILITAR; ambos hicieron honor a la Gloriosa Institución.
QUEDAN MUCHAS FAMILIAS QUE A SUS HIJOS LES INCULCAN  A TENER PALABRA, PALABRA DE HONOR.

Aunque no lo crean, esa es una de las esperanzas de MÉXICO.

viernes, 9 de diciembre de 2011

CORAZÓN TRISTE

Mi corazón está triste porque no entiende; pero sé que algún día entenderá.
Mi dolor no es solo porque te fuiste, sino porque, una vez más, nunca pude decirte lo mucho que te quería, que te quiero y te querré. Hoy te lloro a ratos, pero sé que lo haré siempre, como lo he hecho desde aquel día en que perdimos también a tu hermana.
Sé que estarás mejor, mucho mejor, y que el dolor y el sufrimiento ha dejado de ser parte de tu vida. Ahora sí, has regresado al principio, a tu esencia libre y alegre que siempre nos regalaste en los momentos compartidos.
Hasta siempre Dulce, que Dios te tenga en su Santa y Eterna Gloria y que nuestra Madre del cielo, aquella por la que llevaste tu nombre en la tierra, nuestra siempre Virgen, Dulce María, te reciba en las propias puertas del cielo.
Si vale y se puede, lleva contigo mi recuerdo y mi cariño fiel a tu hermana Silvia.