viernes, 15 de enero de 2010

POR FAVOR, EDUQUEMOS A NUESTROS HIJOS

¿Quién fue el insensato que dijo que pedir las cosas por favor estaba pasado de moda? ¿En qué momento dar las gracias quedó descontinuado del vocabulario básico de cualquier persona?
Lo pregunto de esa manera porque tal pareciera que en algún momento específico alguien simple y sencillamente dictó que eso ya no correspondía más a los cimientos de la educación de una persona. De una manera cada vez más común, podemos ver y escuchar a nuestros jóvenes y niños prescindir de tan necesarios y sencillos vocablos. Todo el mundo habla acerca de la educación, todos opinan, todos se quejan. Prácticamente he devorado decenas de artículos en donde se expresan infinidad de argumentos acerca de la importancia de la educación en cuanto a buenas maneras, valores morales y por supuesto en materia académica. Pero por más que pienso no hallo el momento en que se perdió de vista lo más básico y elemental. ¿Por qué entre los jóvenes pasó de moda decir por favor? ¿Qué es lo que se pierde? ¿Qué es lo que se gana? Si de pura casualidad hay algún chico o chica que me lea, le agradecería que me ilustrara para salir de esta ignorancia.
Ahora bien, si esto es característico entre jóvenes ok, lo admito y lo acepto, pero entonces ¿por qué lo llevan hasta sus otras relaciones? ¿Por qué aplicarlo con sus padres o con las personas en la calle?
A los jóvenes y adolescentes no les gusta que los

llamen inconscientes, sin embargo ¿dónde está la conciencia cuando ven a un anciano parado en el autobús (o a una mujer embarazada o un discapacitado o persona visiblemente lastimada) y no son capaces de darle el asiento? ¿Por qué pesa más la burla y chacoteo de los compañeros en vez de la necesidad e incomodidad del anciano? Y a todo esto, ¿qué es lo que causa tal hilaridad o burla?
Nos quejamos de que las nuevas generaciones ya no respetan a los adultos, sin embargo hemos sido los adultos en su momento los que hemos ido cediendo terreno ante estas situaciones. Con una actitud permisiva en las relaciones padres-hijos. Alguna vez leí por ahí que los padres queremos ser amigos de los hijos, pero sencillamente eso no se puede. Porque no somos sus amigos, somos sus padres. Una cosa es que llevemos una buena relación de confianza, amor, camaradería y otra es que nos olvidemos de la disciplina, la educación, las responsabilidades, las correcciones, las exigencias, etc. Eso no se da entre amigos. En el primer momento no entendí la expresión, pero ahora la comprendo muy bien.
Estamos tan enredados y enlodados con estas ideas de globalización que hemos perdido de vista que la familia es un núcleo cerrado, en donde se debe enseñar y practicar todos esos valores y buenas maneras que con toda seguridad –y por desgracia– es prácticamente imposible que las aprendan en la escuela o en la calle.
“Por favor, gracias, buenos días, hasta luego, disculpe,” son algunas de las palabras que deben existir en el vocabulario básico de nuestros hijos; NUESTROS hijos, no los del vecino, los de la comadre, los de la escuela. . . los demás.

Ceder el asiento, ayudar a alguien con paquetes pesados, levantar lo que se ha caído a la persona que va junto, contestar el saludo de la otra persona, sonreír, son gestos que debemos practicar diario TODOS, pues es así y solo así como podremos derribar la muralla de la falta de educación y respeto que cada vez nos rodea más y más. Todavía estamos a tiempo.

Publicado en Mi Espacio el 16 de febrero de 2006

1 comentario:

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con su reflexión sobre la educación de los hijos.La culpa de estar como estamos es de los padres que quisieron dar a sus hijos lo que ellos no tuvieron, pero con equivocada medida, de ahí el problema, se pasó de que la generación anterior no pasará por una autoritarismo dañino a ser una docilidad ante cualquier exigencia de los hijos, claro está que siempre hay escepciones-y creo que es más dañino esa docilidad que aquel autoristarismo, que es donde yo me eduqué. Solución: Difícil, porque no se tiene hoy madurez ni en una parte de la juventud y en otra parte de los adultos, no obstante hay que intentarlo, concienciando a los que tenmos viviendo a nuestro lado para que las cosas poco a poco puedan cambiar.
Gracias por su aportación.
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P