Acá les dejo la segunda parte de esta serie de curiosidades que han sido objeto de intriga y debate entre expertos en el tema.
LA MÁQUINA DEL TIEMPO: POE, VERNE Y CLARKE
A pesar de que la idea de un armatoste que nos
traslada hacia el pasado o el futuro se le reconoce a H. G. Wells, la verdad es
que fueron otros colegas escritores los que, en momentos muy concretos y en
ocasiones con irritante insistencia, demostraban tener conocimientos imposibles
para la época.
Un ejemplo dramático y escalofriante es el
protagonizado por el genial Edgar Alan Poe, maestro del mundo de terror y
tinieblas. De vida marcada por el alcohol y el delirio, construyó una novela en
la que una barcaza quedaba a la deriva con cuatro supervivientes del naufragio.
Al verse sin salida, los integrantes de aquel "bote hacia la muerte"
deciden devorar al grumete, llamado Richard Parker -el más bajo en el escalafón
de mando- para poder sobrevivir, Gracias a su carne, los "caníbales"
logran resistir y llegar a buen puerto.
El argumento de este capítulo de Las Aventuras de Gordon Pym, llamó la atención por lo macabro de una imaginación desbordada. Sin
embargo, 47 años después, ocurría algo frente a Cabo Verde que demostraba que
Poe no se había excedido un ápice en su invención. La embarcación Mignonnete
naufragó, quedando desahuciados cuatro hombres sobre un improvisado flotador en
forma de tabla de madera. Tras vados días sin atisbar la costa, azuzados por el
hambre, deciden comerse al más joven. Entre la prensa el hecho causa espanto;
más aún cuando se descubre que la infortunada víctima era el grumete. Un joven
amable y rollizo que se llamaba Richard Parker.
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Julio Verne, otro hombre misterioso, también fue
pródigo en estos "adelantos al tiempo". Profetizó ingenios como el
helicóptero, las bombas de fragmentación, el cine sonoro o los rascacielos.
Esto es conocido popularmente. Sin embargo, hay otros datos que, por su
exactitud, estremecen. Durante años los ha estudiado pacientemente el
periodista y sociólogo Gregorio Doval, llegando a conclusiones asombrosas. El
ejemplo clave de anticipación lo desarrolla Verne en su obra “De la Tierra a la
Luna”, escrita en 1865. En ella, el francés llama Columbiad al proyectil con
humanos dirigido a Selene. Ciento cuatro años después el módulo de la nave
Apolo que completara la misión real llevaba el nombre de Columbia, con un peso
muy similar al ideado por el escritor. La vigilancia del viaje del proyectil se
realiza en la novela desde un imaginario telescopio gigante, con lente de cinco
metros de diámetro, situado en las Montañas Rocosas. Dimensiones y ubicación
real del gran radiotelescopio de Monte Palomar.
El viaje en la obra de Verne se realiza a una velocidad
de 40.000 km/h., consumándose el trayecto en 97 horas. En la realidad el Apolo
XI viajó a 38.500 km/h y la navegación requirió 102 horas. Al regreso, la nave
real amerizó en un punto concreto del Océano Pacífico, lugar que distaba tan
solo cuatro kilómetros del imaginado por Verne un siglo antes.
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Arthur C. Clarke, autor de obras como “2001: Odisea
en el espacio”, fue un fiel seguidor del genial autor francés. Subyugado con
esa "visión del futuro" se lanzó a vaticinar mundos lejanos en el
tiempo. En uno de ellos, diseñó con su mente el funcionamiento exacto de una
red de satélites de comunicaciones. 25 años después, muchos científicos
repararon en el dato de que el autor de ¿ciencia-ficción? había descrito a la
perfección no sólo la forma, sino las distancias y el funcionamiento de estas
máquinas del espacio. En su honor, la órbita geoestacionaria situada a 42
kilómetros de la Tierra se bautizó con el significativo nombre de "órbitaClarke".
- Publicado por Nelson Astegher el marzo 7, 2013 a las 10:50am
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2 comentarios:
Hola Tere, buena entrada. Yo pienso que estos hombres gozaban de algo muy especial, no sólo de inteligencia, sino de instinto de la realidad futura.
Gracias
Con ternura
Sor.Cecilia
Así es Sor Ceci, eran unos visionarios. El que mas me asombra -tal vez por ser el mas conocido- es Julio Verne.
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