JALÓN DE OREJAS PARA CATÓLICOS
Hace
poco en EWTN durante el programa “Regreso a Casa” en donde varios
conversos al catolicismo venidos del protestantismo y otras
denominaciones cristianas dan su testimonio, me toco escuchar algo que
una ex-metodista decía:
“El principal problema por el que no
comprendí el catolicismo era por los datos erróneos que los mismos
católicos me daban sobre la Iglesia, ¡No conocían la FE que decían
practicar!, fue hasta que apareció un católico instruido que me mostró
el catecismo y me pidió disculpas por todos aquellos católicos que no
conocían su Fe y me decían cosas que la Iglesia NO enseñaba, que
comprendí la necesidad de verificar lo que realmente enseña la Iglesia
Católica en su doctrina.”
Esto me pone a pensar en la cantidad
de ciegos que tratan de ser guías de otros ciegos, de como la
ignorancia se vuelve cotidianidad en el católico común, llevándonos a un
confort que atrapa a buenos corazones y los hace ociosos ante la
necesidad de aprender, de estudiar y de formar verdaderos creyentes
conocedores de la doctrina que dicen creer. (Y de pilón nos hace sacar
como excusa el que supuestamente Dios prefiere a los ignorantes… algo
TOTALMENTE FALSO, Pues la humildad nada tiene que ver con la
Ignorancia.)
No es solo la “buena fe” (buena intención) la que
hace al Apóstol, sino el cumplimiento de aquello que nos dice la
Escritura: “Dios quiere que todos se salven y que lleguen al
CONOCIMIENTO de la Verdad”. Pero para llegar a esta realidad hace falta
necesariamente el estudio y la dedicación a una oración real, que nazca
de la necesidad de Dios, de conocer a Dios y de entender que es en sí
aquello que llamamos “doctrina”.
A menudo (y no lo podemos
negar), muchos Católicos caminan con ganas y buena intención rumbo a la
batalla que implica el ser evangelizadores, pero también es constante el
punto aquel en el que dichos hermanos en la Fe carecen de conocimientos
reales de lo que la Iglesia enseña. Se fundamentan en devociones
personales, testimonios, revelaciones privadas, comentarios y “buena fe”
de otros católicos, pero sin adentrarse en aquello que parece tan
lejano o pieza de museo; “El Magisterio de la Iglesia”. Nos perdemos de
la riqueza que implica la enseñanza Magisterial de la Iglesia.
Estamos literalmente “em-Papados” (es decir emocionados, somos fans del
Papa, etc.) pero raramente conocemos lo que realmente enseñan los Papas a
través de las Enciclicas y demás Documentos que conforman su enseñanza.
Citamos muy seguido a Tomas de Aquino, a San Agustín, a los Padres de
la Iglesia. ¡Sin haber leído realmente alguna de sus obras! (Hay
expertos en la Suma Teológica de Tomas de Aquino que no han leído dicha
obra y solo sacan citas a la carta para fundamentar sus argumentos).
Dicho sea de paso, tenemos la obligación de reconocer que el católico de
hoy en día tiene muchas ganas de ser un emulo de San Pablo o San Pedro,
pero no se da a la tarea de prepararse adecuadamente, y lo que es peor,
se enoja cuando se le corrige y se le invita a Estudiar.
Los
católicos, hermanitos míos somos antes que nada participantes de un
discipulado permanente, que se establece en la constate escucha de lo
que la Iglesia “Columna y fundamento de la Verdad” nos indica. El
Catecismo, los documentos del Magisterio, las grandes Obras de los
Padres de la Iglesia, Santos y Doctores son una guía real de aquello que
nos nutre y nos marca la ruta segura de una Ortodoxia de la fe que nos
reclama.
En fin. “Señor; que no seamos sordos a tu voz”. Si
decimos creer en algo, seamos coherentes y pongamos manos a la obra. El
Católico tiene la obligación de estudiar y adentrarse en el misterio de
la Fe no solo con buenas intenciones, si no con el corazón y la razón de
la mano.
Tal como fue publicado en:
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