En la Cuaresma hay un llamado en
la Palabra de Dios para activar nuestra fe, es decir, es un trabajo que
requiere “despejar” el terreno que es nuestro corazón; en el Evangelio, el
Espíritu llevó a Jesús al desierto. También nosotros debemos hacer “desierto”
en nuestra vida, entendiéndolo no como lugar de muerte y desolación, sino en el
sentido de apartar lo que nos estorba, dejar nuestro corazón libre de obstáculos.
La gran tentación a la que estamos expuestos la mayoría de los que frecuentamos
la Iglesia es la de reducir la fe al puro culto, prescindiendo de otros
compromisos. Más aun, ese puro culto lo reducimos aún más, dejando en una serie
de celebraciones y prácticas que realizamos por simple costumbre y que no
vivimos, no afectan a nuestro interior, no conducen a una verdadera conversión
al Dios de la vida.
Un vecino encontró a Francisco cuando éste estaba buscando algo de
rodillas
-
¿qué andas
buscando?
-
Mi lave. La
he perdido
Y arrodillados los dos se pusieron a buscar
la llave perdida. Al cabo de un rato, dijo el vecino:
-
¿Dónde la
perdiste?
-
En casa
- ¿Santo
Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?
-
Porque hay
más luz.
¿De qué vale
buscar a Dios en los lugares santos, si donde lo has perdido ha sido en tu
corazón? Que esta Cuaresma sea una oportunidad para reavivar la fe y para
encontrarte con el Dios de la vida y de bondad en ti.
5 Minutos de Oración en el Hogar.
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