(Ciudad del Vaticano, 30 de Septiembre de 2014)
Las pruebas
Job
fue puesto a prueba. Perdió toda su familia; perdió todos sus bienes;
perdió la salud y todo su cuerpo se convirtió en una llaga, una llaga
asquerosa. En aquel momento perdió la paciencia y dijo esas cosas feas.
Pero él estaba acostumbrado a hablar con la verdad y esa es la verdad
que él siente en aquel momento. También Jeremías usa casi las mismas
palabras: "¡Maldito el día en que nací!". ¿Pero este hombre blasfema? Es
la pregunta que hago. Este hombre que está solo, así, en ese momento,
¿blasfema?”.
¿Acaso Jesús blasfemó?
Jesús, cuando se lamenta: "Padre, ¡por qué me has abandonado!"
¿blasfema? El misterio es éste. Tantas veces yo he escuchado a personas
que están viviendo situaciones difíciles, dolorosas, que han perdido
tanto o se sienten solas y abandonadas y vienen a lamentarse y hacen
estas preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué? Se rebelan contra Dios. Y yo digo:
"Sigue rezando así, porque también ésta es una oración". Era una oración
cuando Jesús dijo a su Padre: "¡Por qué me has abandonado!"
Es una oración la que hace Job aquí. Porque rezar es llegar a ser verdad ante Dios. Y Job no podía rezar de otro modo. Se reza con la realidad la verdadera oración viene del corazón, del momento que uno vive. Es la oración de los momentos de oscuridad, de los momentos de la vida donde no hay esperanza, donde no se ve el horizonte.
Es una oración la que hace Job aquí. Porque rezar es llegar a ser verdad ante Dios. Y Job no podía rezar de otro modo. Se reza con la realidad la verdadera oración viene del corazón, del momento que uno vive. Es la oración de los momentos de oscuridad, de los momentos de la vida donde no hay esperanza, donde no se ve el horizonte.
Hoy en día, mucha gente vive la situación de Job
Y
tanta gente, tanta hoy, está en la situación de Job. Tanta gente buena,
como Job, no entiende lo que le ha sucedido, porqué es así. Tantos
hermanos y hermanas que no tienen esperanza. Pensemos en las tragedias,
en las grandes tragedias, por ejemplo estos hermanos nuestros que por
ser cristianos son echados de sus casas y pierden todo: "Pero, Señor, yo
he creído en ti. ¿Por qué? ¿Creer en Ti es una maldición, Señor?".
Pensemos en los ancianos dejados de
lado, pensemos en los enfermos, en tanta gente sola, en los hospitales.
Para toda esta gente, y también para nosotros cuando vamos por el camino
de la oscuridad, la Iglesia reza. ¡La Iglesia reza! Y toma sobre sí
este dolor y reza. Y nosotros, sin enfermedades, sin hambre, sin
necesidades importantes, cuando tenemos un poco de oscuridad en el alma,
nos creemos mártires y dejamos de rezar. Y hay quien dice: "¡Estoy
enojado con Dios, no voy más a Misa!". Pero, ¿por qué? La respuesta,
dijo, es por una cosa pequeñita.
Ejemplo de santidad
Santa Teresita del Niño Jesús, en los últimos meses de su vida,
trataba de pensar en el cielo, y sentía dentro de sí como si una voz le
dijera: "Pero no seas tonta, no te crees fantasías. ¿Sabes qué cosa te
espera? ¡Nada!".
Tantas veces pasamos por esta situación, vivimos esta situación. Y
tanta gente que cree que terminará en la nada. Y ella, Santa Teresa,
rezaba y pedía fuerza para ir adelante, en la oscuridad. Esto se llama
entrar en paciencia. Nuestra vida es demasiado fácil, nuestros lamentos
son lamentos teatrales. Ante éstos, ante estos lamentos de tanta gente,
de tantos hermanos y hermanas que están en la oscuridad, que
prácticamente han perdido la memoria, la esperanza, que viven ese exilio
de sí mismos, son exiliados, también de sí mismos, ¡nada! Y Jesús ha
hecho este camino: de la noche al Monte de los Olivos hasta la última
palabra de la Cruz: "Padre, ¡por qué me has abandonado!"
Quiero decirles por último dos cosas que pueden servir.
Quiero decirles por último dos cosas que pueden servir.
- Primero: prepararse, para cuando vendrá la
oscuridad, que quizá no sea tan dura como la de Job, si bien, dijo
tendremos un tiempo de oscuridad. Preparar el corazón para aquel
momento.
- Segundo: Rezar, como reza la Iglesia, con la Iglesia por tantos hermanos y hermanas que padecen el exilio de sí mismos, en la oscuridad y en el sufrimiento, sin esperanza a la mano. Es la oración de la Iglesia, por estos tantos "Jesús" que sufren, que están por doquier.
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