miércoles, 23 de abril de 2014

CENTENARIO



Amaneció nublado, tal parecía que el cielo era el único que guardaba tristeza por los verdaderos héroes caídos aquel 21 de abril de 1914. Amenazaba con llorar, pero las nubes aguantaron, tal vez porque sabían que muchos corazones lo han hecho desde hace ya 100 años, cuando la población civil y algunos cadetes de la escuela naval y otros pocos militares que decidieron quedarse a defender su ciudad, lo hicieron con entrega, valor y coraje mientras veían cómo las tropas enemigas ocupaban su ciudad. Supongo que muchos de ellos en esos momentos no tenían ni idea de cuáles eran las intenciones de los norteamericanos, pero no les importó y salieron igualmente con un rifle, con una pistola, con lo que tuvieran en sus manos. Pues esto es lo que conmemoramos el día de hoy; no la victoria, pues no la hubo; sino la valentía de quienes salieron a las calles sin saber si volverían a ver a sus familias.

Aunque nosotros tuvimos la seguridad de que íbamos a asistir al homenaje solo unas cuantas horas antes, la realidad es que la emoción y la determinación nos habían llevado a decidir que, sin importar en dónde nos tocara, asistiríamos, si no al homenaje, sí  al desfile que se había programado para vestir de gala la calle principal de nuestra ciudad.

Llegando apenas, pasamos dos estaciones de seguridad, la primera sin novedad, la segunda. . .  sin agua ni alimentos, pues las medidas precautorias lo prohibían. En ese momento poco me importó dejar nuestros jugos recién comprados y sin abrir, pero después. . . .

Llegamos a ocupar nuestros lugares, mucha gente ya en el lugar, a la expectativa de lo que se había preparado para esta fecha histórica. Marinos ensayando, oficiales pasando de un lugar a otro; pequeñas embarcaciones de la marina patrullando; todo está en su sitio.

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A las 11:30 de la mañana en punto, comienza la actividad. Más de mil elementos dispuestos en unas gradas que se encontraban casi enfrente de nosotros, en el área que ocupa uno de los muelles principales del puerto, nos comienzan  a regalar unas postales hechas con mosaicos cronometrados y ensayados para irnos llevando de la mano de la celebración.

Primero, la cuenta regresiva, partiendo del 10. Los más emocionados, los niños que ansiosos porque empezara el festejo, iban contando poco a poco los números que aparecían en aquella “pantalla humana”.

8. . . 7. . . 6. . . suenan los aplausos, un poco por premiar el esfuerzo de los jóvenes frente a nosotros y otro poco –o mucho- por acelerar el inicio de los actos cívicos.

La serie termina con un cartel gigante que nos regala un BIENVENIDOS junto con la certeza de que la espera terminó.

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¡¡Ahí vienen!! ¡¡Ahí vienen!! Se escucha gritar desde la última parte de las gradas, aquellos que pueden ver, nos anticipan que se acercan los grupos de cadetes marchando con su perfecta sincronía y además, cantando las coplas del Himno de la Heroica Escuela Naval Militar.

Acto seguido, una serie de mosaicos más, a cual más, interesante y del gusto de pequeños y mayores.



Son las 12 del día y la ceremonia da comienzo. Primero nos invitan a ponernos de pie para guardar un minuto de silencio por aquellos que perdieron la vida defendiendo el puerto. Después, entonamos las coplas de nuestro hermoso Himno Nacional.


Abriendo un paréntesis, no es mi intención causar polémica, pero no entiendo por qué a los niños y jóvenes en las escuelas se les obliga a cantar por lo menos 4 estrofas del Himno Nacional y en los actos oficiales los gobernantes solo cantan una.



Cuando ya suponíamos que se acercaba la cúspide del evento, que significa la jura de bandera de los cadetes y la entrega de los espadines, resulta que el tiempo pasaba y pasaba y simplemente no veíamos claro. El sol, tal vez queriendo brindarnos esa claridad, o tal vez curioso y desesperado por no saber qué ocurría, se asomó, primero tímido y después, creo que hasta un poco enojado.

Tardamos unos 30 minutos en darnos cuenta que, por alguna extraña razón, el señor Presidente de México no había arribado aún al puerto. Todos fuimos testigos de que muy cerca de los 40 minutos, el avión presidencial hizo acto de presencia en la lejanía y los que saben de esas cosas, decían que en 15 minutos estaría en el sitio para proseguir con la ceremonia. Y así fue.

Los actos se sucedieron con más ligereza; no sé si debido al retraso alteraron los tiempos, o así estaba planeado desde el principio. Se realizaron las 21 salvas tradicionales, se pasó revista a los cadetes caídos no solo en la gesta de 1914, sino en la de 1847.
Breves palabras del Gobernador, breves también las del Secretario de Marina y finalmente, breves las del Presidente, lo cual agradecimos mucho, pues a estas alturas ya los niños estaban inquietos y “las retaguardias” adoloridas.

Los espadines se  entregaron a dos representantes de los jóvenes cadetes.



Finalmente, después de los discursos y alguna poesía conmemorativa, por fin dieron inicio al desfile. Diferentes compañías pasaron frente a nosotros mostrando su honor, gallardía y orgullo, no solo por pertenecer a
una institución histórica, sino por representar también a aquellos que arriesgaron su vida por defender su tierra.











Y hago un breve alto para externar mi sentir con una humilde reflexión, es cierto que cadetes como Virgilio Uribe, Jorge Alacio Pérez y José Azueta tomaron la decisión de defender su ciudad con valentía y perdieron la vida en ello. Creo que, aunque hubiera sido uno, sería justo presentar honores a toda la escuela naval.
Representando a los reos del penal
que también salieron a defender
Pero a veces siento que se deja de lado a aquellos que, siendo civiles, y por ende, tal vez ignorantes en el majeo de armas, de tácticas, de estrategias, etc. Se lanzaron sin dudar al fragor de la defensa, contra uno de los ejércitos más poderosos. Sé perfecto que no se conocen los nombres de todos los que salieron a las calles, hombres y mujeres
Homenaje a las mujeres que ayudaron con armas y
con cuidados hacia los heridos.
que por pura trinchera tenían un cajón, una puerta o un poste de luz, pero de repente me da la impresión de que las autoridades “robaron cámara” ante el paso de los años. Y aunque se ha fijado la fecha para la jura de bandera y entrega de espadines de los cadetes, se ha ido dejando de lado el verdadero y justo homenaje que se le debe a los civiles. Porque cuando se trata de hablar y recordar la historia, nadie duda en platicarnos sobre la resistencia civil, pero cuando se trata de aparecer bajo el reflector, los honores son en su mayoría para los navales.

Y creo que en mucho, necesitamos hoy día de esos ejemplos, de quienes, seriamente, llevaban tatuadas en el alma aquellas palabras que a veces entonamos sin pensar y sin sentir:

Piensa ¡oh Patria querida! que el cielo

un soldado en cada hijo te dio.

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