viernes, 3 de diciembre de 2010

EN EL AUTOBUS 01

Escena 1. Se sube al autobús una chica de unos 20 a 23 años, con una minifalda que terminaba a la misma altura que su ropa interior y un escote en la blusa que dejaba muy poco a la imaginación.
Escena 2. Pocas cuadras después, se sube un hombre de unos 30 y tantos años y se sienta junto a la joven.
Escena 3. Durante muchos minutos que duró la travesía, el hombre no le quita la vista de encima a la chica y a su pronunciado escote. Prácticamente se la come con los ojos.
Escena 4. La chica, visiblemente molesta e incómoda, se levanta y se cambia de asiento mientras se jala para abajo la minifalda dejando al descubierto su cadera, y se jala para arriba el escote, dejando al descubierto su ombligo. Todo esto con el beneplácito agradecido del hombre junto a ella, el chofer y otros dos que iban sentados juntos en el asiento de atrás.
Escena 5. No sé cuantos minutos ocupé pensando: ¿por qué se molestó la chica? ¿Qué es lo que espera ella de las personas que la vean? ¿Pensará que todos con los que se crucen en su camino quedaremos admirándola como se admira a la Gioconda?
No soy de aquellos que justifican un abuso sólo porque las chicas se visten provocadoramente, pero hay que estar consientes que uno mismo puede provocar con nuestra actitud y, en este caso, nuestra vestimenta. ¿Acaso las chicas no saben que en la calle hay gente decente y respetuosa, pero también los hay groseros, descarados, intrépidos, criminales, abusadores? La chica se viste provocadoramente. Para provocar ¿a quién? ¿A su novio? Pues que lo haga cuando esté con él. ¿A su esposo? Pues que lo haga en la intimidad de su habitación o en su hogar. Pero en la calle, sería estúpido pensar que no va a provocar a nadie ni a despertar la lujuria de los hombres que se crucen en su camino.
Insisto, nunca justificaré un abuso, acoso o violación con nada, pero la situación actual en nuestro país debe hacernos entender que hay cosas que se deben limitar para no arriesgarnos a ser víctimas de algún crimen.

6 comentarios:

AleMamá dijo...

Y luego se quejan, las inconscientes..... y si les dicen algo exclaman: ¡Para qué miran! si ponen la "mercadería" -tal cual, con perdón- a la vista y cerca de las manos del público "consumidor".

Buen tema para reflexionar.

MDR dijo...

Tienes toda la razón Tere.
Besos

Marta Salazar dijo...

buen artículo, gracias!
yo creo que el problema de muchos es que, en su casa, no hay espejo ;)

Unknown dijo...

Si Ale, lo que mas me asombra es cuando se quejan. Me parece una contradicción el hechop de vestirse de ese modo y después esperar que nadie la mire con diferentes niveles de "interés".

Unknown dijo...

ja, ja, ja, Marta, no lo había pensado de ese modo.
Aunque hay unas personas que se tardan años para arreglarse, justamente porque se la pasan frente al espejo.

Hilda dijo...

Excelente post Tere, ya alguna vez se habló de ese tema en el grupo y se decía que las mujeres tienen derecho a usar la ropa que gusten y que la obligación de un hombre es respetarla.
La verdad es que yo no estoy de acuerdo con eso. Como tú lo dices, no justifico ningún abuso pero no hay que andarle buscando tres pies al gato si sabemos que tiene 4.
Es responsabilidad nuestra saber que mensaje damos con nuestra ropa, si las personas no quieren ser miradas pues entonces que no se pongan esa ropa a la cual solo le falta un letrero que diga: veme, tocame, etc.
Así de sencillo.
Saludos. Hilda