Más de alguna vez, ante una petición que supera nuestras posibilidades de dinero, de tiempo, de capacidad.....es probable que hayamos dicho: " Ni que fuéramos magos”. Y sin embargo, usted, señor, es un mago; usted señora, es una maga, yo soy un mago. Todos somos magos, no en el sentido de hacer suertes mágicas, sino en el sentido evangélico.
Porque a usted, señor; a usted señora; a mí y a todos los seres humanos Dios sigue llamándonos " como a los magos del Evangelio " a que lo busquemos y lo encontremos en su hijo.
La única diferencia entre aquellos magos de los que nos habla el Evangelio, y nosotros, que lo hemos escuchado, está en que los magos escucharon la llamada de Dios y tuvieron el valor de salir de su tierra para ir a buscarlo, y nosotros, si bien escuchamos el llamado de Dios, no salimos de " nuestra tierra "; es decir de nuestras comodidades, de nuestra rutina, de nuestros gustos e intereses.
Y así no se puede encontrar a Dios.
El día (que ojalá sea hoy) en que nos animemos como los Magos a aventurarnos por la tierra extraña de las necesidades de los demás, de los intereses ajenos, de la pobreza de los otros, de la soledad de aquel anciano, del dolor de aquel enfermo....., entonces encontraremos a Dios. No olvidemos que los Magos lo encontraron en un Niño recostado en un pobre pesebre y en una familia que habitaba en una cueva.
Tomado del Misal Anual
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